En el artículo de la semana pasada hablábamos de cuáles son los factores racionales que deberían guiarnos a la hora de la compra de una vivienda. Y decimos “deberían” porque no siempre es así.
La mayoría de las veces, por mucho que sopesemos los factores racionales en una compra, son las emociones las que nos empujan a dar la respuesta definitiva. En la adquisición de una vivienda también, aunque no tendría ser así porque, como decíamos al principio, puede que sea la compra más importante de toda nuestra vida.
¿CUÁLES SON LOS FACTORES EMOCIONALES QUE MOTIVAN UNA COMPRA?
Hay varios condicionantes emocionales que pueden hacer que nos precipitemos a la hora de tomar la decisión de comprar una vivienda como, por ejemplo, condicionantes afectivos. Consolidar una relación o aumentar la familia son unas de las principales razones por las que una pareja, por ejemplo, decide comenzar la búsqueda de una casa y, llevados por la felicidad de dar ese paso o las ganas de comenzar una vida en común, se precipiten en la compra de la primera vivienda que les emocione.
Pero también un divorcio o una separación, incluso un cambio de lugar de trabajo que implique cambio en el lugar de residencia, hace que se generen situaciones de estrés – todo lo contrario que en el caso anterior- que hagan que queramos realizar el trámite de la compra bastante más rápido de lo necesario y sin prestar atención a factores racionales básicos.
Otro condicionante importante para la precipitación en la búsqueda de una casa es la edad. Actualmente, y debido a la situación laboral, es más que común que los hijos permanezcan en casa de sus padres hasta los 30 años, e incluso más. Pero, ¿qué pasa si todo tu entorno comienza a independizarse?. Tus amigos se casan, forman una familia, se van a vivir solos… Pues pasa que se empieza a generar la necesidad de hacer lo mismo y nos presionamos para encontrar el lugar adecuado a nuestras necesidades económicas y personales. Como a veces puede ser complicado y encontrar el lugar perfecto puede alargarse en el tiempo, solemos perder la paciencia y tomar una decisión precipitada.
Y, por último, pero no menos importante, el condicionante principal que hace que nos precipitemos a la hora de tomar una decisión de compra de una vivienda es el “amor a primera visita”. Quien no ha vivido esa situación en la que, al visitar una vivienda puesta en venta, el corazón le ha dado un vuelco y le ha palpitado al ritmo de “es esta, es esta, es esta”.
Las primeras impresiones son las que valen y eso lo sabemos los asesores inmobiliarios. No es lo mismo enseñar una vivienda vacía o desaliñada que una casa acogedora donde el futuro comprador se vea viviendo. Si al finalizar la visita, esa pareja que ha venido buscando su futura vivienda ya se ve sentado en el sofá del salón viendo una película o cocinando en la cocina, el 60% de la decisión está tomada. Esto puede acarrearnos algún que otro problema con el presupuesto, con la búsqueda de hipoteca y con los gastos a futuro en general.
Aunar lo que queremos y lo que deseamos o nos gusta es complicado, no solo a la hora de comprar una casa sino en el caso de cualquier tipo de compra. Son dos conceptos que siempre, o casi siempre, entran en conflicto. Y aunque parezca contradictorio porque el asesor inmobiliario también se dedica a la venta de inmuebles, en el momento en que pensemos en comprar una vivienda, es bueno, casi indispensable, contar con un buen asesor inmobiliario.
Tener un asesor inmobiliario que nos acompañe en el proceso de compra de una vivienda es muy útil ya que, en este caso, para él van a pesar mucho más, y va a valorar más, los factores racionales que emocionales y nos va a asesorar en el camino correcto. Va a evaluar nuestra capacidad financiera, nuestras necesidades y conoce el mercado inmobiliario así que va a hacer que consigamos la casa de nuestros sueños y que esta se adapte a nosotros.